Las primeras canciones que forman parte del repertorio del grupo son espirituales negros o canciones de corte folklórico, pero pronto empiezan a surgir nuevas ideas y la necesidad unánime de disponer de temas propios. Antonio Gómez presenta en un ensayo la música sobre un texto de Guillen “Coco Cacao, canción de cuna para despertar a un negrito”, preludio de otros temas que llegarían después, sobre todo de este nuestro más prolífico Lobo, normalmente de poetas de habla española, no muy del gusto cuando no abiertamente proscritos por el régimen político imperante: Alberti, Celaya, Miguel Hernández o el mismo Nicolás Guillen, dotado de una musicalidad que entusiasma a todos los componentes. El grupo -entonces se llama Antares- entra en contacto con Sergio Aschero, un peculiar músico argentino, creador de un sistema de lectura musical basado en números y colores, quien encantado con el sonido, la originalidad y la fuerza de aquellos jóvenes, les ofrece un puñado de buenas canciones.
El primer recital del grupo en un Colegio Mayor de la capital supone una autentica sorpresa para los que les escuchan –mayoritariamente amigos- y para ellos mismos. Observan la inesperada reacción de los oyentes y su desbordante entusiasmo ante algunas de las canciones, singularmente ante la interpretación de Vientos del Pueblo, un poema de Miguel Hernández, escrito por el poeta de Orihuela en plena guerra civil, que es interrumpido con aplausos en varios pasajes.